viernes, 28 de junio de 2013

Vršič

Vršič es el puerto de montaña más mítico de Eslovenia y también el más alto (con 1.611 metros sobre el nivel del mar), pues si bien hay otras carreteras que llegan más alto no son pasos de montaña. A través de los Alpes conecta las regiones de Gorensjka y Goriška. De la región alpina a la costera. O sea que tampoco queda muy lejos de Bled. Y aún así nunca había estado en prácticamentre ya tres años aquí. El sábado 15 de junio llegó el momento de conocerlo. ¿Por qué? No podía ser otra cosa que la edición anual de la vuelta ciclista a Eslovenia. Este año, en su vigésima edición, ha dado un gran paso atrás en cuanto a participación se refiere, pues solo había dos equipos protour y pocos grandes nombres. Una pena, porque la trayectoria ascendente de los últimos años era muy prometedora. Ésto y el haber tenido que currar en el campamento influyeron en mi seguimiento e interés por la competición. Por primera vez me tuve que perder la contrarreloj de Liubliana. Pero el sábado no podía dejar pasar el final en alto en tan mítica cima para el país y esta competición. ¿Y me iba a atrever con ello como el año pasado hice con Pokljuka? ¿Y por qué no? Por intentarlo que no quedase. Así, la misma mañana nada más terminar de trabajar me fui a preparar. Cargué la bici en mi flamante nuevo portabicicletas para el coche y me dirigí a Kranjska Gora. Podría haber salido en bici desde Zasip, pero creo que así iba a estar más que complicado subir el puerto.

No le queda mal, ¿no?

Aparqué el coche en Kranjska Gora, a 806 metros de altitud, y comencé, ya sobre la bici, en dirección a Vršič. Al principio había un par de kilómetros o tres de falso llano que ya picaban un poquito para arriba. Lo suficiente para calentar. Otra vez iba con la ilusión de conseguirlo, pero tenía mis dudas. Este año apenas he salido con la bici y además estaba bastante cansado del campamento. Y esto era un puerto de muchísima más entidad. Algo más de nueve kilómetros de subida con más del 8 % de pendiente media y entre 700 y 800 metros de desnivel. Eso sí, no tiene grandes pendientes, al menos en esta vertiente. La otra, por la que subirían los profesionales, es algo más dura. Empecé bien, y es que supongo que estoy en la mejor forma física de mi vida. Disfrutando además, porque es una subida realmente bonita. Me sorprendió (porque si lo había oído lo había olvidado) el hecho de tener las curvas de herradura numeradas y además estar adoquinadas. En este lado son veinticuatro en total. Con el adoquín podría pensarse que así era aún más duro, pero la verdad es que no. Estas curvas iban pasando y yo iba bastante bien. Además subía sin zigzaguear, lo que demuestra que estoy muchísimo mejor que hace un año. Pero pasada la mitad de la ascensión, con algo ya de cansancio, me di cuenta por casualidad que las partes se me habían dormido. Nunca me había pasado y me asusté, así que me paré. Luego resulta que esto es algo bastante habitual. Solucionada la incidencia continué, intentando sentarme más sobre el culo y no presionando tanto con la entrepierna. Pero ya estaba bastante cansado y en la que probableme fuera la rampa más dura de todo el puerto me volví a parar. Total, ya me había parado una vez. Descansé, me terminé los líquidos que llevaba y caminaría apenas cincuenta metros. Hasta este momento había tenido alguna tentación de claudicar, pero no podía fracasar de esa manera. Todo el esfuerzo sería para nada, porque ni siquiera podría ver a los ciclistas. Así que me volví a subir al sillín y continué hasta arriba ya sin parar. En los últimos kilómetros el cansancio empezó a hacer mella, y tuve que comenzar a serpentear para mitigar el sufrimiento. Además, la vegetación empezó a escasear y el calor era infernal. Creo que fue la vez que más he sudado en mi vida. Ríos de sudor descendían por mi cara. Eso sí, las vistas y el entorno eran espectaculares. Al poco llegué a la zona cortada de la carretera, donde ya había mucha gente. Ahí me relajé y empecé a disfrutar de que lo conseguiría. Me tuve que bajar de la bici, sí. Pero subí el puerto completo, y con buenas sensaciones. Ahora puedo fardar de haber subido un puerto alpino, y además con bicicleta de montaña.

De la primera curva...
... a la última

El dolor de culo al intentar sentarme fue indescriptible. Iba con miedo de no llegar a tiempo, pero los ciclistas prácticamente empezaron a subir justo cuando yo llegué arriba. El speaker iba poniéndonos al corriente de lo que sucedía, así que el final no sorprendió. Llegó victorioso en solitario el veterano croata Radoslav Rogina del equipo continental esloveno Adria. Así que por fin la vuelta se quedaría en casa (al día siguiente), pues este club ciclista es el que organiza la carrera. Segundo llegaba el primer esloveno, Jan Polanc, un joven muy a tener en cuenta para el futuro. Y ya cuarto, la otrora estrella del ciclismo esloveno Tadej Valjavec, regresado después de su sanción para terminar su carrera en el equipo Sava de su ciudad natal. Aún recuerdo de adolescente cuando secretamente le animaba para entrar en el top 10 del Tour, sin tener ni puta idea de que acabaría viviendo en su país. La verdad es que me emocioné. Poco a poco, con cuentagotas, fueron entrando el resto de los ciclistas del pelotón. Nunca había estado en la meta de una etapa con final en alto, y las diferencias son enormes.

Rogina alzando los brazos victorioso
Hasta siempre, Valjavec. Nunca imaginé que te vería competir

Ya solo quedaba una cosa que hacer, bajar. Al principio de esta temporada llevé la bici para que me hicieran una puesta a punto y por fin tengo unos frenos medio decentes. Pude disfrutar de la bajada, pero no os creáis que fui rápido. Para nada, uno ya no está para esas locuras. Además me fui parando para hacer varias cosas de turisteo. Por ejemplo, para echar una foto a la cara de la ajdovska deklica de la que hablaba en la entrada anterior, que se encuentra en una de las paredes de los picos que rodean Vršič. Lo segundo fue improvisado, y es que vi a Matteo Rabottini, ciclista italiano del Vini Fantini y me paré a hacerme una foto con él. Y la última parada fue para ver una pequeña iglesia (en esloveno lo llaman capilla, pero creo que en español diríamos ermita) que desde hacía muchísimo tiempo quería ver. Se trata de una construcción de estilo ruso, toda en madera, que data de la Primera Guerra Mundial. Fue entonces cuando se abrió este puerto de montaña, principalmente por cautivos rusos. Y he ahí la historia. Muy bonita, para qué engañarnos.

Dicen que es natural, pero a mí me parece totalmente esculpido
¡Qué etapón ganaste en el Giro 2012!
Dos bellezas

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